Creo que la poesía, en ocasiones, logra tener el mismo efecto que el psicoanálisis. Durante una sesión de terapia es común que luego de hablar y ser interpelado, el psicoanalista lance un comentario o una pregunta que deja al paciente en un estado de asombro, ahí termina la sesión; no importa si para llegar a ese estado se necesitan dos horas o solo quince minutos. Ese estado de asombro se vuelve un motor sobre el cual el paciente reflexiona, opera, se entera de algo. Aunque en general la lectura puede producir un estado similar de asombro que requiere una pausa para digerir por un tiempo, creo que la poesía particularmente agudiza ese efecto. Uno lee un poemario y a veces avanza tres o cuatro poemas sin encontrar mucha novedad, mientras que en otras ocasiones basta un verso para que la lectura se suspenda: llegó el asombro.
Castañas - Gabriela Mistral -Trepa sin miedo, loquillo. no precisas de mi espalda. -¿Quién las tiraría, quién, y se las dejó olvidadas? -Será alguno que se hartó y le quedaron sobradas. Cógelas, no tengas miedo; son sabrosas, come y calla. Lo que está sobre la ruta no se cobra ni se paga. -¿Y no será que también lo de la ruta se paga? Mi madre decía que en el mundo no se da nada. -No acertaba, no, la luz y el aire, y el kilo de agua, y los cantos de los pájaros, y el chañar y la tunada todavía son de Dios: tú no digas bufonadas…
El poema continúa, pero allí se me indujo al estado de asombro ayer. Pensé en la noción del valor y la gratuidad; se nos ha criado con la noción de que “nada es gratis”, “todo tiene un precio”. Si bien por un lado puede ser una noción heredada de la lógica capitalista, esta noción del valor también podría estar anclada a la tradición judeocristiana y la iglesia católica, aunque en últimas los tres son lo mismo (la orgía más grande y catastrófica que ha visto este mundo). La penitencia también es un precio por pagar para alcanzar el perdón, allí comenzó la mercantilización del amor, y fueron astutos en usar la figura del padre.
No obstante, hay cosas que son gratuitas: la luz, el agua, el viento, los frutos de las montañas: la naturaleza sabe dar a manos llenas. También es gratuita la bondad, la amistad, el amor. Sin embargo, nos resulta extraña esa noción de gratuidad. Tan adormecida tenemos nuestra consciencia que no nos damos cuenta de cómo las ideas que aceptamos sin chistar moldean y limitan nuestra interacción con el mundo y los otros.
It matters what matters we use to think other matters with; it matters what stories we tell to tell other stories with; it matters what knots knot knots, what thoughts think thoughts, what descriptions describe descriptions, what ties tie ties. It matters what stories make worlds, what worlds make stories.
Donna Haraway, Staying with the trouble, p. 12
Pensar con qué pensamientos pensamos, qué historias construyen otras historias. Habito esa inquietud hace ya varios meses, en parte por el pensamiento fresco y dinámico de Donna Haraway, Astrida Neimanis y Rosi Braidotti. Sus propuestas son una invitación a reevaluar cómo vemos el mundo y qué ideas resultan obsoletas para los tiempos posmodernos que vivimos. Desprenderse de las ideas heredadas, de aquello que por tanto tiempo se ha tenido fijo, reevaluar qué entendemos por valor, por belleza, por vida.
Flores (fragmento)- Gabriela Mistral Las flores de Chile son tantas, tantas, mi chiquillo, que si te las voy mentando te azoran y te atarantan. Párame si es que te cansas. Unas serán las catrinas, otras, campesinas rasas. Ya sabes que no me sé mucho a las aseñoradas que no quieren doncellear de las campesinas rasas y les ponen el mal gesto que les dan a sus cabañas. Voy a decirte lo que con la pobre menta pasa, también con la hierbabuena e igual con la mejorana. -¿Qué les pasa, mama, di? -Que ellas huelen todo el año y las rosas una semana, y tanto que pavonean de su garbo y de su gracia… Por estos lados prosperan ésas que mientan Susanas y no es más que la merita manzanilla oji-dorada, un sol pequeñito, una que no presume de nada. Desde que hacemos camino parando en huertas o casas, nos sale al paso y saluda así con la frente alzada, y aunque son tantas las rosas amarillas y rosadas, la paisanita y la blanca, más duran menta y romero. Aquí donde cabecean las que auguran bodas o nada, vale la pena parar por estas oji-doradas aunque ellas están rendidas y hartas de ser consultadas. Porque de novias de veinte, o de cuarenta ansiosas y atarantadas, siempre le están preguntando si el novio cumple o si nada. Cuando ya te llegue el tiempo de noviazgos y jaranas, andarás también buscándolas con la codicia en la cara: Me quiere, me quiere mucho o poquito o casi nada. Y las manzanillas van a responder en voz baja: mucho, siempre, hoy y mañana. Y la rosa va a decir: mucho y sólo una semana…
Hermoso lo que escribes, hermosos los poemas, sencillos y gratuitos. Ajenos a todo negocio, y a la negación del ocio. En el ocio, contemplamos, sin utilidad, pero con importancia. El ocio im-porta y a-porta. Ignorados, tal vez, como "la batatilla/ la flor sencilla/ la modesta flor", sabemos de la autenticidad o verdad del amor. Aquel que "ama para poder amar". Amor que es D´s: el "Deus sive Natura", de Spinoza. Y, que recuerda este enlaces:
PERO EL AMOR NO ES CANON: <https://www.ihu.unisinos.br/652937-mas-o-amor-nao-e-um-canone-artigo-de-elena-loewenthal>, ...
y, esta cita: EL AMOR NO ES UN DOGMA..."El amor por la humanidad, que requiere razones, no es un verdadero amor. Este amor debería ser perfectamente natural, tan natural para el hombre como es para los pájaros agitar las alas. Debería ser un sentimiento directo y brotar naturalmente de un alma sana que vive en contacto con la Naturaleza. Un hombre que ame de verdad a los árboles no puede ser cruel con los animales o con sus semejantes. En un espíritu perfectamente sano, que obtiene una visión de la vida y de sus semejantes, y un conocimiento verdadero y hondo de la Naturaleza, la bondad es cosa natural.
Esa alma no necesita ninguna filosofía o religión hecha por el hombre que le ordene ser buena. Porque su espíritu ha sido debidamente nutrido a través de sus sentidos, algo apartado de la vida artificial y de las enseñanzas aún más artificiales de la vida humana, ese hombre puede conservar una verdadera salud mental y moral. No se nos puede acusar, pues, de enseñar el egoísmo cuando estamos cavando la tierra y agrandando el pozo del que surgirá naturalmente esta fuente de bondad...
Contra los males nacidos de la vanidad pura y el autoengaño, contra la verborragia con que se persuade el hombre de que es la meta es la cumbre del universo, la risa es la defensa adecuada. La risa posee también la sutil ventaja de que no tiene por qué pasarse sin un tono de simpatía... (Lin Yutang, La Importancia de Vivir). Gracias, Mateo.